Convocatoria urgente. Tema importante. Asistencia obligatoria. Traducción: Nadie sabe para qué es, pero todos deben estar.
Llegas puntual. Cámara apagada. Micrófono en mute. Corazones ausentes.
Alguien pregunta: “¿Quién parte?”… Silencio. “¿Esperemos a que se conecte el resto?”… Más silencio.
Alguien dice: “Bueno, partamos no más”… ¿Partamos hacia dónde?: Al abismo de la improductividad.
Comienza la presentación: 47 diapositivas en Arial 10. Contenido: reciclado de la última reunión que tampoco sirvió.
Alguien intenta un chiste. Nadie ríe. Alguien propone una idea. Nadie escucha. Alguien pregunta si hay acuerdos. Nadie responde.
Cierre triunfal: “Avanzamos harto”… Mentira. Solo envejecimos 60 minutos.
Esta reunión pudo ser un correo. O mejor aún, un meme. Reflexión final: Reunirse sin propósito es como aplaudir con una sola mano: inútil y ruidoso.
No sigamos fingiendo que estar presentes es lo mismo que estar conectados. Cada minuto que pasas en reuniones absurdas es un minuto menos en crear, pensar, respirar o simplemente vivir.
Aprende a discernir qué merece tu atención. Porque tu tiempo es finito, y si no lo cuidas tú, habrá calendarios enteros dispuestos a devorarlo en nombre de “lo importante”.

