Hay lugares que huelen rancio… pero perfumado.

Hace unos años, antes de la pandemia, me contactó una persona muy carismática, dueñx de una OTEC. Nos tomamos un café en su estupenda oficina frente al Costanera Center. Buena onda, discurso motivador, y una propuesta atractiva: una ronda de capacitaciones por el norte del país. Hicimos Match.

Todo pintaba increíble: hotel cinco estrellas, cama king, desayuno y cena incluida, vista al mar… de esas oportunidades que uno cree que llegan para cambiarlo todo.

Y lo hizo. Pero no como yo pensaba.

La primera señal fue rara: pasamos a comprar café y galletas para la capacitación. Luego lápices y carpetas. ¿Y el servicio de catering? ¿El material preparado? Nada. Llegamos al lugar de la capacitación: improvisado y con un aire de vieja escuela… algo no andaba bien. Y lo supe porque mi cuello se tensó inmediatamente.
Mi partner hacía todo lo posible por invisibilizarme, marcaba su territorio como si yo fuera una amenaza. La primera jornada de capacitación fue muy incómoda… y la siguiente no hizo más que confirmarlo.

Al otro día me entregó sugerencias sobre mi participación: ‘hoy no vas a facilitar en plenario, pero sí apoyarás a los grupos…’ ‘Necesito que te muestres cercano. Acércate y tócalos… hazlos participar… que hablen fuerte… que no se escondan cuando yo les pregunto algo’. En el fondo, me invitaba a hacer todo eso que me parece violento, falso y fuera de tino.

La tercera noche en el hotel entendí que esto no mejoraba. Algo no calzaba… y no era el desayuno bufet.

Volvimos a Santiago, comencé a dormir mal, dolor de estómago, cuello más tenso… y una semana después corté el lazo. Agradecí la oportunidad, y me bajé del Glam Tour.

Desde entonces tengo una regla para las ofertas que se muestran muy grandiosas: si algo me aprieta la guata, no es por ansiedad… es la memoria incómoda del cuerpo la que habla.

Cuando vivimos una experiencia emocionalmente intensa o amenazante, nuestro sistema nervioso registra patrones de respuesta (defensa, tensión, alerta) que luego se activan automáticamente ante situaciones similares. Esto es aprendizaje somático o «memoria implícita». No necesitas pensar para recordar: el cuerpo ya aprendió a protegerte.


Descubre más desde Ratón Colilargo

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.


Deja un comentario

Descubre más desde Ratón Colilargo

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo